martes, 25 de noviembre de 2008

Marchante de Antonio Lucas

Me siento una marchante a distancia. He seguido sus pasos desde que acabé la carrera de Periodismo, hace más de cuatro años, leyéndolo diligentemente.

Admiro a Antonio Lucas. Resulta que esta pluma de El Mundo es todo lo que me gustaría llegar a ser. Su riqueza en el lenguaje, su poética desgarrada… Sus textos son obras cuidadas, pensadas para decir las cosas de una forma que requiera pensar. Antonio Lucas está tocado por un halo divino que le hace grande cuando escribe. No me extrañaría que con el tiempo haga Historia.
Tanta es mi debilidad por él que incluso me llegué a plantearme como uno de mis temas para el doctorado, el estilo de Antonio Lucas. No creo que ‘cuele’, pero ahí lo dejo caer…

Llevo tantos años siguiéndolo, recomendándolo (todo mi entorno sabe quién es) que siento que sus triunfos también son míos. Me enorgullece haber tenido vista artística, haber sido una especie de marchante ausente.

Hace más de nueve años yo también gané varios premios de poesía. Nunca olvidaré las palabras de mi profesor de Literatura Valenciana animándome a proseguir, a presentarme a concursos. “Tienes una gran calidad literaria”, me dijo. Sin embargo, no seguí sus consejos y ahora me arrepiento.

Este paralelismo con Lucas me hace sentirle más cercano, me motiva a retomar la poesía. He buscado esos poemas premiados para autoconvencerme, con la visión crítica del tiempo, de que mi profesor podría estar en lo cierto. No los he encontrado.

Yo descubrí a Antonio Lucas y con él me redescubrí mi faceta poética. Porque él ha demostrado que también en el periodismo se puede hacer poesía. Como él dice: “La poesía también es brújula de la sociedad”.

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/11/25/comunicacion/1227633531.html

martes, 18 de noviembre de 2008

Un carné irreal

Tal vez, como diría Mark Twain, la vida sería infinitamente más feliz si pudiéramos nacer a los ochenta años e irnos acercando poco a poco a los dieciocho. Si fuera así, yo ahora mismo tendría 53 años y Marujita Díaz, que rondaría los -20, estaría ligoteando con algún yogurín en el útero materno del limbo.

Hace 9 días cumplí 53 años, bueno en realidad en mi DNI pone 27; pero yo hoy querría vivir en ese mundo descendente que proponía Twain. Iría a mi bautizo en muletas y artrosis, pero en mi confirmación ya podría celebrar mi jubilación. Con toda la experiencia del mundo y cada vez menos achaques, me imagino dirigiendo un periódico (oye, por qué no) con una vida acomodada y estable.

Cada año que pasase sería más joven e iría reduciendo mis obligaciones. De redactora jefa a jefa de sección... hasta llegar a ser becaria. ¡Qué gozada! Con toda la experiencia de los años, pero sin varices, ni colesterol y con todos los dientes para darle un buen mordisco a la vida.

La recompensa al final de la vida serían un cuerpo lleno de vitalidad y una marcada propensión hacia la imprudencia... Ya nadie nos podría dejar alegando que somos unos "críos"... ¡La inmadurez sería el curso hacia donde se dirigiese la vida! Y estaría bien visto.

Con dieciocho años (la mejor edad, sin lugar a dudas, de todas las que he vivido) y jubilada me iría de interrail, haría un erasmus y estudiaría lo que me gustase (sin miedo a las salidas profesionales). Entonces sería abogada o azafata de vuelo. Y el final de mis días sería todo lo inconsciente que me permitiese la infancia.

Entonces sería una Mayte diferente a la de hoy. No sé si mejor o peor, pero seguro que diferente. Y eso me da que pensar sobre si estoy aprovechando mi juventud o ya nací vieja.

martes, 4 de noviembre de 2008

viernes, 31 de octubre de 2008

Un chicle pegado en la frente

Siempre fui la rara de la clase. No me gané el título con un mote ridículo o con burlas goteantes. Mi salud mental infantil no tuvo que aguantar ser la gafotas, ni la pava, ni la gorda, ni la burra, yo simplemente fui "la que hablaba en castellano". ¡Ohhh!

Se hacía el silencio cada vez que alguien nuevo me escuchaba hablar. ¿Eres de Muro?, me preguntaban. Y tras mi confirmación ponían cara de circunstancia como si llevara un chicle pegado en la frente y no supieran cómo decirme que les daba asco mirarme con aquello pegado.

Sí, me crié en Muro de Alcoy, y contrariamente al 99% de su población, en mi casa se hablaba en castellano. No por capricho, sino porque éramos prácticos. Mi padre era de Albacete (hablaba castellano) y mi madre, que es valenciana de pura cepa, decidió que si quería entenderse con su novio -luego su marido- tendrían que hablar castellano.

La voluntad de ambos desde un primer momento fue entenderse y su lengua vehicular fue ésta. Cuando nací yo decidieron educarme en castellano. Era lo más coherente teniendo en cuenta que en casa se expresaban en esta lengua, sin embargo, mi madre y mi abuela no renunciaron nunca a hablarme en valenciano.

Aprendí ambas lenguas, pero confieso que yo pienso en castellano. Todos pensamos en una y yo me siento más cómoda y segura con ésta, ¡qué le voy a hacer! Y por esto tuve que dar tantas explicaciones como gente nueva conocía. Hasta que llegué a la universidad. Allí la mente de todos se abrió.

Gallegos, catalanes, madrileños, onubenses, murianos, alicantinos... Todos empleábamos el castellano para entendernos ¿Por qué? Porque era el idioma que locutor e interlocutor conocíamos. Porque había voluntad de comunicarse. Sabíamos que hablar en castellano a un gallego no era renunciar a nuestra lengua valenciana.

Había dejado atrás esta sensación de bicho raro castellanohablante cuando hace dos días, de nuevo, he sido calificada como "la que habla en castellano" (en sentido despectivo).

La verdad es que yo también me lo ha ganado porque me he dirigido en castellano a una funcionaria de la Conselleria de Cultura de las Islas Baleares y ya se sabe que eso es delito aquí en este peñón.

Hace dos días pregunté en la Conselleria si me podían convalidar mis estudios de valenciano por el certificado de catalán. Vamos, el mismo perro con diferentes collares. Así de ridícula es la burocracia. Sin embargo, la funcionaria que me atendió me aseguró que el catalán y el valenciano no eran lo mismo y tomó como dato objetivo que yo le hablase en castellano para valorar con su compañero que no lo merecía. "¿Se pueden convalidar los estudios de valenciano por los de catalán? No ¿verdad? Además, es una chica que habla castellano", se dirigió a su colega.

Le pareció determinante este último dato para pensar que no merecía convalidación porque, de saber la lengua, no la usaba para hablar con ella. Vamos, que me crucificó y no estaba en el Via Crucis.

Así que después de 15 años estudiando valenciano acabo de pagar la tasa del examen de catalán. Yo ahora me voy a estudiar para el examen. Espero que el Govern hinque también los codos y vuelva a las aulas a aprender desde cero que la lengua es un vehículo de expresión, no de entorpecimiento. No sé si me explico...

jueves, 30 de octubre de 2008

A mi imagen y semejanza

Me pasa que soy muy echá pa' alante. A menudo pienso que hacer las cosas sólo es cuestión de voluntad y con esta premisa acumulo multitud de iniciativas. A posteriori, me doy cuenta de que éstas no se hacen solas y que mi impulsivo idealismo me lleva a tener a diario más frentes abiertos de los que puedo asumir.

Así soy. Una persona a la que, por ejemplo, le seducen cientos de títulos de libros, a la que no le da pereza ir a la biblioteca a tomarlos prestados, que saca tiempo por las noches para dedicarle un rato a la lectura, pero que luego amontona en la mesita de noche un arsenal de obras pendientes.

Esta soy yo. Una persona cuya carta de presentación no es otra que la de una idealista que ha creado un blog porque un día pensó que, como con los libros, sería una buena idea iniciarlo.
Así me obligaría a escribir y acercarme más al Periodismo, más cerca de lo que estoy ahora a pesar de que trabajo en un medio de comunicación. ¡Paradójico, verdad! Eso sí, nada de pretensiones. "Mi blog hablará de lo que me pase por la cabeza", ideé enseguida. Contaré lo que me inquiete. Homenajearé a las personas a las que quiero. Hablaré de lo que surja. Porque, claro, una sabe que no es Victoria Prego, ni tiene tantos recursos.

Admitidas mis limitaciones, aquí estoy, en este berenjenal. Con el miedo en el cuerpo por tener un blog activado y vacío y no saber si voy a poder escribir en él siempre que quiera; si voy a llenarlo con textos todo lo especiales y personales que quisiera... Y reflexionando, he descubierto que antes de andar ya me había parado por el miedo, por la autoexigencia.

Tras varios días en sequía he decidido que mi blog merecía una explicación y una oportunidad. Y lo voy a intentar. Voy a intentar darte vida, moldearte a mi imagen y semejanza. Sabes que no busco protagonismo, ni entidad. Lo haré por satisfacción personal. (Bueno, y por no escuchar a ese pepito grillo que no para de recordarme "tienes que actualizarlo"). Sí, quiero.

Porque te lo has currado. Porque me has ilusionado. Porque me has esperado pacientemente estos días. Porque ahora mismo me estás ayudando a realizarme. Porque lo importante en la vida es comprometerse con las cosas, aunque no acaben siendo lo ideales que pensamos. Y, aunque en mis sueños fuiste ese blog periódicamente actualizado y con textos espléndidos y especiales, hoy los dos sabemos que ni tú registrarás tantas visitas como Google, ni yo acabaré siendo Victoria Prego. Y nos da igual.

No sé si me explico. Nunca un mal comienzo es determinante. Tú, como Pablo Picasso, naciste sin oxígeno. Hoy te doy el humo que necesitas para vivir (pero sin puro, ya sabes que no fumo).