lunes, 8 de junio de 2009

Una mujer, una resaca

Sé que es políticamente incorrecto decirlo, pero ayer no fui a votar. No es sólo el no-hecho lo que me avergüenza sino el motivo por el que no lo hice: una resaca.

Una despedida de soltera tiró por tierra mi defensa acérrima del sufragio universal; del ejercicio de pleno derecho que, especialmente a las mujeres, nos costó tanto conseguir.
Traicioné el espíritu de Clara Campoamor con su máxima “una mujer, un voto”. Y es desde hace tiempo no tengo musa que me inspire en la política.

Así que ahora me siento una Victoria Kent (directora general de Prisiones del gobierno de Azaña y gran detractora del sufragio femenino) de pacotilla que a la primera de cambio abandona sus obligaciones. Porque llevo años reivindicando que el derecho al voto sea también eso: una obligación.

Aún conozco a muchísima gente que no sabe la diferencia entre no votar o hacerlo en blanco y es ahí donde voy. Si todos ejerciésemos nuestra ‘obligación’ sí podríamos hablar de democracia. Todo el mundo se pronunciaría al respecto y sería una prueba de nivel para los políticos. Porque creo en ese porcentaje del ‘No sabe, no contesta’ que aparece en las encuestas y que es la clave para que ganen unos u otros.

Ayer me sentí menos libre al no meter el sobre en esa urna, pero tengo la convicción de que si nuestros políticos se dedicasen a hacer política para y por el pueblo, me habría levantado de la cama y habría ido a ejercer mi ‘derecho/obligación’ en vez de darme media vuelta entre las sábanas después de tomarme un milagroso ‘Actron’.

No hay comentarios:

Publicar un comentario